Día del Domund

  • El pasado domingo 23 de octubre, la iglesia celebró el Domingo Mundial de las Misiones, que seguramente nos resultará más familiar si lo llamamos día del Domund o Domund a secas. Más o menos todos tenemos claro lo que es: el día en que la iglesia nos pide que nos acordemos de los misioneros y su labor en territorios que nos pillan tan lejos que muchas veces ni siquiera sabemos que existen. Don Pablo nos trajo en la misa el ejemplo de la diócesis de Almany en Kazajstán (que como todo el mundo sabe, en idioma kazajo se dice Қазақстан), en la que ha sido recientemente nombrado obispo el español Jose Luis Mumbiela, natural de Huesca de 42 años de edad. El lugar en cuestión está situado en Asia Central; Es uno de los seis estados turcos independientes y es considerado como el noveno país más grande del mundo. Almany es su ciudad más grande, y su diócesis es unos 200.000 km cuadrados más grande que España y tiene una población de 6,4 millones de habitantes de los cuales solamente 50.000 son católicos. En este país de mayoría musulmana, estos católicos son atendidos por 18 sacerdotes y 27 religiosos.
    Es solamente un ejemplo que nos toca más de cerca porque el recién nombrado obispo es compatriota nuestro, pero como el caso de Almany existen infinidad a lo largo de todo el mundo. La acción misionera lleva la palabra de Dios a esos lugares como Almany donde no existen recursos materiales o humanos para la evangelización, o a lugares donde los cristianos están en minoría, perseguidos o relegados en la sociedad.
    ¿Cómo podemos ayudar desde aquí?
    Cuando yo era pequeño, en esta época toda la chavalería de mi colegio se echaba a la calle blandiendo unas huchas amarillas y azules en las que recaudábamos todo lo que podíamos. Durante esa semana nos medíamos unos a otros por lo que pesaba la hucha, y mirábamos con admiración y secreta envidia a aquellos que tenían que ir a la capilla del colegio a vaciar la hucha porque ya la habían llenado. Hoy en día no vemos las huchas por la calle, pero la necesidad de la ayuda económica sigue siendo fundamental. Esta ayuda económica es vital para sostener toda la maquinaria de las misiones en esos remotos lugares. Con ella, se lleva a cabo tareas como el sostenimiento del personal misionero, la construcción de templos, o la adquisición de vehículos para salvar las enormes distancias, pasando por la atención a proyectos sociales, sanitarios o educativos.
    El hecho de que dediquemos un día expresamente a acordarnos y a colaborar con las misiones, y que la parte más visible de ésta colaboración sea económica nos aleja a menudo de un aspecto muy importante. El objetivo es acercar a Dios a los hombres, propagar su palabra, anunciar el Evangelio. El mensaje está claro y fue dado hace muchos años: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo…” Y nosotros aquí como cristianos no podemos ser ajenos al encargo. La misión afecta tanto a los que están lejos como a los que tenemos cerca. Es cierto que Kazajstán está a miles de kilómetros de nuestro hogar, pero también es cierto que en nuestro día a día cotidiano nos encontramos muy a menudo con “mini-misiones” en las que podemos colaborar con algo más que con dinero. Incluso en algunas de ellas tenemos un papel protagonista. En casa, en el trabajo, con nuestros hijos, nuestra familia, con los desconocidos que nos rodean….En todas ellas, de mil formas distintas tenemos la oportunidad de poner nuestro granito de arena en la tarea de acercar a Dios a los demás.
    No es tarea fácil, pero contamos con una ventaja: El día del Domund toda la iglesia está rezando por las misiones, y eso incluye a las nuestras. Unámonos nosotros a esa oración para pedirle al Señor por todos aquellos que lejos y cerca se han consagrado a extender su palabra y su obra.